El libro explica esta parte algo divertida y metafóricamente hablando para que no sea tan pesada, y se pueda entender. Si aún no lo entiende, siga leyendo, más abajo se explica mejor.
En nuestra experiencia cotidiana, buscaremos preguntas amenazas para nuestra supervivencia con una lente de aumento llamada pensamiento "o-o". Trataremos de ver amenazas en el futuro con un telescopio potente llamado pensamiento "y-si" Cuando nos veamos forzados por las circunstancias a actuar o elegir, lo haremos únicamente después de habernos puesto nuestras gafas de sol "tengo-que". Cuando nos cansemos de pelear con las amenazas que podemos encontrar, en gran medida imaginarias, tal vez tratemos de vernos a nosotros mismos y a nuestra situación en el espejo distorsionante del pensamiento "si-hubiera".
Está de más decir que cuando nuestra mente está llena de estos espejos y lentes distorsionantes, rara vez encontraremos tiempo para detenernos a admirar el paisaje con nuestros ojos. Estamos demasiado ocupados buscando amenazas (al alcance de la mano o en el horizonte) o tratando de encontrar a alguien o algo responsable de nuestra angustia y nuestro sufrimiento crónicos.
Pensamiento "o-o"
La idea que tenemos que estar siempre alertas para evitar que nuestra estructura emocional se derrumbe nos lleva a un error lógico que puede invadir nuestro pensamiento. Este error harto conocido es llamado falacia blanco-o-negro o pensamiento o-o. Por ejemplo:
"¿Mi trabajo es excelente o terriblemente malo?"
"¿Soy una perfecta ama de casa o una inútil total?"
"¿Gano o pierdo?"
"¿Mi día transcurre sin angustias o es otro día espantoso?"
"¿Estás de acuerdo conmigo o estás enojado?"
"¿Mi idea es buena o mala?"
La mente o-o requiere una perfección irreal e inhumana. Lo que realmente pregunta es: "¿Estoy a salvo o esto es una amenaza?". La mínima desviación de la perfección -el mínimo indicio de desinterés, desaprobación o enojo por parte de la otra persona- puede ser interpretada como una señal de peligro.
Es fácil ver que la mente o-o tiende a ver a los demás como fuentes de apoyo emocional o como enemigos y deja muy poco espacio a los puntos de vista ajenos. La mente o-o crea un enfoque del tipo ganar-perder que se aplica a las relaciones interpersonales. Por ejemplo, no contempla la posibilidad de que en una negociación ambas partes ganen o que podamos disfrutar trabajando con compañeros, aun cuando no sean amigos personales.
El pensamiento y-si
El negativismo, el pesimismo y la preocupación son los signos distintos del pensamiento hipotético y-si:
"¿Y si el empleado de la compañía de teléfonos se pone sarcástico conmigo cuando llamo para quejarme de mi factura este mes?"
"¿Y si al coche se le pincha una rueda estando en medio de las montañas?"
"¿Y si la abuela le dice al vecino que suba a la terraza a arreglar la antena del televisor y él se cae?"
"¿Y si me da por echarme a llorar en la reunión?"
Ninguno de estos pensamientos tiene inherentemente nada de bueno o malo. Son simplemente ideas que pueden ocurrírsele a cualquiera. Por otra parte, la persona angustiada no está atenta a la diferencia entre pensamientos y hechos. Reacciona ante esas ideas como si fueran en sí mismas hechos perjudiciales, o por lo menos como si representaran un peligro y un daño casi inevitable.
Para la mente angustiada, atrapada en el pensamiento y-si, cualquier propuesta parece más una oportunidad para perder o fracasar que para avanzar.
Quienes sufren de agorafobia tienen miedo, indefectiblemente, de comportarse de manera tal que resulten humillados o desubicados si viven un episodio de repentina angustia aguda en un lugar publico.
Éste es uno de los miedos que surge de su fuerte tendencia a dejarse llevar por el pensamiento y-si.
Pensamiento tengo-que
En lugar de ver las decisiones como oportunidades de ejercer la libertad, las personas angustiadas las ven como trampas. Pueden llegar, por ejemplo, a concretar la compra de una casa o de un coche sólo cuando se sienten presa de las circunstancias ("Tengo que comprar un coche para ir a trabajar").
El pensamiento tengo-que es una expresión dela necesidad del yo idealizado de obedecer a los deseos o satisfacer las expectativas de los demás:
"Tengo que ir a la universidad porque mi padre así lo quiere."
"Tengo que ir de camping porque mi marido quiere."
"Tengo que quedarme en el restaurante porque ya pedí un sándwich."
"Tengo que aceptar el empleo nuevo porque pagan mejor."
"Tengo que terminar de leer este capítulo antes de leer el capítulo siguiente."
El pensamiento tengo-que nos aparta de la realidad de nuestra libertad y responsabilidad. Coloca el control sobre nuestras vidas fuera de nosotros mismos y crea una fuente constante de frustración y resentimiento.
Pensamiento si-hubiera
Al tratar de remontarnos en el tiempo, la frase arrepentida "si-hubiera" adquiere el lugar de la frase angustiada y-si, aplicada al futuro:
"Si no hubiera sido tan tímido y cohibido."
"Si hubiera podido mirarlos directamente a los ojos y decirles lo que pensaba."
"Si hubiera sido fuerte y audaz como otros chicos."
"Si me hubiera criado en otra familia."
"Si mis padres no hubieran sido severos o críticos."
"Si mis padres me hubieran permitido aprender a ser independiente."
Si sentimos reacción emocional de ira, frustración, arrepentimiento, pena o vergüenza cuando surge un pensamiento si-hubiera, la reacción es real y para nosotros tiene sentido. El pensamiento si-hubiera constituye,, sin embargo, otra de las formas en que la persona crónicamente angustiada hace lo imposible por llegar a ser otro u otra.
¿Quién tiene la culpa?
Antes de analizar los temas referidos a nuestra libertad y nuestra responsabilidad, debemos considerar el tema de la responsabilidad paterna.
En esta sección indicaremos una alternativa saludable tanto para movilizar viejos resentimientos como optar entre estar enfadados con nuestros y ser deshonestos para con nosotros mismos.
En absolutamente posible sentir amor y gratitud hacia nuestros padres y al mismo tiempo hablar objetiva -e incluso crudamente- sobre sus deficiencias.
También es muy natural que, al recordar situaciones penosas, surjan sentimientos de displacer y de rabia. Al mismo tiempo, la tentación de culpar a nuestros padres (o a quienes primero nos cuidaron) de ser exigentes, críticos o sobreprotectores es un camino que nos impide acceder a la libertad y hacernos responsables de quiénes somos en el aquí y ahora.
Podemos culpar a muchas personas de nuestros miedos, pero en lo profundo de nosotros mismos sabemos que solamente una persona puede vencerlos.
Es verdad que si nuestros padres hubieran vivido relajados, si no hubieran tenido prejuicios, si no hubieran sido alcohólicos, si no se hubieran preocupado por el dinero o no hubieran estado concentrados en sí mismos, tal vez no estaríamos ahora presos en la trampa de la angustia y la preocupación. Pero hay una verdad mas importante que ésta: nuestra angustia actual deriva de la manera en la que vemos el mundo en este momento. Aferramos al comportamiento de nuestros padres hace veinte, treinta, cuarenta o más años y culparlos -o, para el caso, encubrir sus deficiencias- significa permanecer en la trampa. En cierto sentido, la trampa consiste precisamente en aferrarse al pasado.
En lugar de culpar o disculpar a nuestros padres, lo que necesitamos es tener una idea más clara de por qué percibimos al mundo y a nosotros mismos como lo hacemos. Naturalmente, no es tan fácil cambiar la forma de ver el mundo, pero hacerlo significa hallar la salida de la trampa.
Además del tema de culpar a nuestros padres, debemos considerar el de culparnos a nosotros mismos. La culpa, el ridículo y el desprecio por uno mismo son conductas autodestructivas.
Si bien la culpa que podemos sentir en cuanto a esta perdida de tiempo es un sentimiento honesto y real, no nos exige perder más tiempo y oportunidades entrando en autorreproches. Tenemos una opción para responder a esa culpa. Podemos optar por usarla como catalizador para que nos instale en el camino de la recuperación.
Nuestra idea del proceso de recuperación
Cuando la crisálida se abre bajo la luz del sol, es posible que la mariposa que está adentro tenga un ataque de angustia. La tarea de la mariposa no es volver a deslizarse hacia el interior. Su tarea es crecer, desplegar sus alas y volar. La tarea de alguien que ha tenido un ataque de angustia no es luchar para recuperar algo sino más bien liberar y desplegar sus capacidades latentes para ser más consciente, honesto, generoso consigo mismo y compasivo, y para ver la vida no como una trampa sino como una aventura.
La temas clave: libertad y responsabilidad
Nuestro sentimiento respecto de nosotros mismos en este mundo depende totalmente del apoyo que nos damos para ser y hacer.
William James, The principies of Psychology.
Cuando estamos angustiados, experimentados la verdad. Pero cuando estamos angustiados por estar angustiados, estamos enfermos y limitamos innecesariamente nuestro potencial para gozar de la vida, y no experimentamos la verdad.
Peter Koestenbaum, The New Image of the Person.
El miedo a la libertad
Como ya vimos, la agorafobia y demás son formas de miedo autodestructivo son una consecuencia natural del miedo a nuestra propia libertad de existir como seres únicos o personas independientes. Una mujer que sufría de agorafobia escribió: "Lo que más miedo me da es estar desnuda frente a mi propia libertad". Otra persona dijo: "La mayoría de la gente teme morir. Los agorafóbicos temen vivir".
La inmensa timidez que muchos de nosotros experimentamos de chicos o durante la adolescencia es un ejemplo puro de cómo se siente la ausencia de libertad.
Entonces tratamos de aplacar nuestras ansias y aversiones, nos colocamos una máscara de amabilidad perpetua y exagerada madurez. Es un circulo vicioso, la angustia lleva a la vergüenza y la persona crónicamente angustiada rata con todas sus fuerzas de ocultar el problema detrás de la máscara.
Intentaremos mostrar que es posible salir de esa trampa angustia y miedo. No importa si todo fue negro en el pasado lejano -o hace dos semanas, o incluso hace cinco minutos-, lo importante es que siempre hay un lugar seguro al cual podemos llegar en el momento presente si estamos lo suficientemente tranquilos y alertas como para verlo. Pero primero debemos examinar el sentido distorsionado de la responsabilidad de la persona angustiada, que constituye una traba importante para el estado de relajación y atención en que prospera la libertad.
Un sentido errado dela responsabilidad
Los angustiados crónicos tienen un sentido exagerado de la responsabilidad del que puede llegar a paralizarlos por culpa, preocupación y la inquietud por los posibles resultados de sus sentimientos expresados o de sus actos. Por ejemplo, suelen empezar a preocuparse de pronto por lo que alguien puede llegar a interpretar en una carta que acaban de despachar.
En cierto sentido, los angustiados crónicos parecen ser extremadamente responsables en sus esfuerzos a veces obsesivos por evitar dañar o molestar a otra gente, pero no se trata enteramente de una responsabilidad verdadera. A menudo es más el temor a la desaprobación, el rechazo y el abandono emocional que la preocupación por el bien o el mal que pudieran hacer.
Las personas angustiadas confunden preocupación excesiva con responsabilidad. Les gusta pensar que su problema es que son "demasiado responsables" o "demasiado conscientes".
¿Existe la libertad?
La fuente inmediata de libertad es, naturalmente, nuestra conciencia humana. Consiste en poder elegir deliberadamente, en el momento presente, si o cómo respondemos a un hecho, elegir entre posibles interpretaciones de hechos, y elegir entre posibles cursos de acción o no-acción.
La libertad (y el dominio) reside finalmente en la conciencia, por medio de la cual podemos imprimir decisión y claridad en nuestras acciones sin manipulación coercitiva de ideas y hechos, de nuestra propia persona o de otras.
Obviamente, no actuamos como seres humanos libres cuando nos sentimos obligados a evaluar y categorizar rápidamente cada pensamiento que surge, en un esfuerzo por evitar el peligro, por mantener todo bajo control.