Y está llegando mi fin. Salir por aquella puerta blindada de esa casa que un día me arrebato la vida, con una sonrisa en la cara y buen pie, es una de las cosas más hermosas que he hecho en mi terapia. Me juré y perjuré a mi misma por miedo que no iba a volver a entrar allí en mi vida. Es donde he llorado, me he lastimado, me han lastimado también, he caído y no he podido levantar de ninguna manera, he dejado de comer por depresiones y ansiedad... En pocas palabras, aunque sé que la casa no tiene la culpa, ahí pasé los peores años de mi enfermedad, y tal vez de mi vida. El lugar me tenía bien presa, vivía bajo responsabilidad del miedo, obedéciendole en todo momento, convirtiendo las cosas buenas de la vida en amenazas. Pero ya pasó todo, estoy en el final de mi tratamiento. Y esto ya se va acabando. He agotado tiempo, más bien lo he malgastado mientras he estado dentro. El otro día creí que llegó el momento de visitar el lugar una vez más, y superar un reto más de mi terapia. Cuando me iba acercando a la calle mi cuerpo sentía a donde iba, y mi corazón empezó a encogerse, como si de un puño se tratara, apretándolo con fuerza poco a poco. Sentía congoja, pero no me dejé llevar. Los recuerdos golpeaban los sesos de mi cabeza, todas las memorias malas. De vez en cuando divisaba rápidamente algunas cosas que había pasado mientras me acercaba a la casa. Cuando puse un pie en el suelo, ese suelo que tantas veces he visto cuando agachaba la cabeza y me ponía a derramar lágrimas, pude sentir en todo momento adrenalina en el cuerpo, y comencé a llorar. Vi mi habitación cuanto pude, en pocos segundos divisé los muebles situados como yo los tenía, recapitulando aquellas noches sin dormir, aquellos malos días que yo pasé ahí dentro, y lo increíblemente fuerte que era por verlo todo desde afuera, desde un punto más positivo y curada. Entre lágrimas y mis ojos borrosos veía el color anaranjado fuerte de mis paredes que tanto tiempo me he pasado mirándolo. Observé toda la casa, pero desde mi cabeza cambiaba las cosas de lugar que actualmente está, a como estaban antes... No puedo describir más. Esto hay que sentirlo, si no nadie lo va a entender. Y como iba diciendo en el principio de lo que estoy escribiendo, ahora puedo salir de allí, cerrar la puerta y alejarme de ella con una sonrisa claramente pintada. Ya no me queda mucho más que escribir, yo ya estoy casi curada, y estoy viendo las cosas de distinta manera. Esto ha sido una buena experiencia, y escribir aquí me ha ayudado tantas veces como si fuera una pequeña terapia. Por fin soy libre, y será como volver a nacer, y volver a aprender. Esto quedará escrito en el libro de mi vida, nunca se va a borrar. Ya no sé que voy a hacer ahora, estoy contenta y ansiosa por rehacer mi vida, y lo único que sé es que... ya no soy agorafóbica. 

No hay comentarios:
Publicar un comentario