Todas las noches, cuando me acuesto a dormir, nunca falla la voz de mi conciencia que me recuerda lo fracasada que soy, y lo poco que valgo, simplemente por padecer ansiedad.
Es como un demonio que viene a luchar conmigo cuando las persianas se cierran, las luces se apagan y los ruidos cesan.
Aquel extraño del que yo trato librarme, se para en mi imaginación para meterme en la cabeza el tipo de persona que quiere él que yo sea.
Al final, no lo puedo derrotar. Termino encendiendo la luz para esperar a tranquilizarme mientras leo, o hago algo entretenido.
Después de un tiempo, pude averiguar quién era ese extraño.
Aquel extraño era el miedo.

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